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Mostrando entradas de julio, 2013

Guardias

No pensábamos morir aquel verano. Si me lo hubieran preguntado cinco años antes, a mis treinta y dos, hubiera dicho que pensaba morir cuarenta y nueve años después. Siempre había tenido la estúpida impresión de que iba a durar hasta los ochenta y uno. Es muy fácil pensar algo así cuando uno tiene treinta o treinta y pocos y ninguna enfermedad grave de la que preocuparse. Si me lo hubieran preguntado el verano anterior quizá hubiera pensado que tenía ciertas probabilidades de morir a los cincuenta, o a los sesenta. Las olas de calor se habían llevado ya por delante a mucha gente, y las olas de frío en invierno, y lo peor era que las previsiones hacían pensar que las cosas iban a ir a peor cada vez que dábamos la vuelta a una estación. Estábamos ya en el décimo año de la crisis, así que aunque ella era ginecóloga y yo me había quedado con parte de la pequeña empresa en la que trabajaba al morir una de mis jefas, la combinación de nuestros sueldos no nos daba para pensar siquiera en ...

Limonada

La ciudad está repleta de esqueletos desesperados. El calor, el maldito calor ha derretido su carne hasta hacer que las vísceras se desprendan de los huesos; e incluso la desnudez absoluta no impide que esta tarde de julio el porcentaje de suicidios le lleve la delantera al IPC. Ninguno de esos hombres, ahí abajo, ha pensado introducirse en una bañera de cubitos de hielo. Dejar solamente la cabeza fuera, y un brazo, y al final del brazo una pandilla de versos que no hayan sido jamás leídos en un cuarto de baño; y al alcance de la boca una pajita de plástico, de las que son capaces de doblar la cabeza, y la cabeza en el ángulo justo para tomar pequeños sorbos de un vaso de zumo de limón con azúcar. Yo sí. Pero cuando lo tenía todo preparado me faltaba el poema. Todos los libros que guardamos en casa entre mis compañeros de piso y yo, todos los que nos gustan, nos han acompañado alguna vez al retrete. He tenido que escribir esto y luego he tenido qu...